billymanville

domingo, junio 25, 2006

Nuestro Metro de cada día

El hecho de que muchas personas tengamos que utilizar el transporte público para ir a trabajar no es una novedad, ni tampoco que tengamos que utilizar mayoritariamente el Metro. Lo que tampoco es una novedad es que las condiciones en las que viajamos no son precisamente las que nos corresponden y que deberíamos disfrutar como seres humanos. Cuando salimos del Metro, a aquellos que debemos utilizarlo en horas punta, nos queda una desagradable sensación de malestar. Yo no sufro de claustrofobia, pero a veces tengo serias dificultades para respirar, dado que vamos completamente estrujados. En esas circunstancias, el humor se altera y responsabilizamos de esa masificación a otros viajeros que nos devuelven las miradas de odio y desprecio. Son situaciones absolutamente inhumanas.
Y el motivo de que hable de este tema es que el límite de irresponsabilidad al que llegan los responsables de este transporte público es incalificable.
El viernes 23 de Junio a las 6 menos cuarto de la tarde, aproximadamente, cuando el partido de fútbol España - Arabia había parcialmente vaciado las calles de Madrid, tomé el metro de regreso a casa. En total 20 estaciones de Metro, a 40º C en la calle y no sé a cuántos dentro del Metro. Para nuestra sorpresa los vagones no llevaban el aire acondicionado en funcionamiento y si lo llevaban (cosa que dudo), no era ni mucho menos suficiente para poder respirar. El hecho es que la gente se arrimaba a las puertas para poder recibir algo de aire fresco cuando llegábamos a las estaciones. Yo estuve, como muchas otras personas, soportando el calor a golpe de abanico, hoja de periódico, o mapa de Metro, ... cualquier cosa que nos aliviara un poco. Y digo yo: ¿por qué nos someten gratuitamente a esta tortura?.
Cuando salí del metro, estaba totalmente empapada, incluido el cabello que acababa de arreglarme en la peluquería y con la ropa totalmente arrugada. Sin ningún pensamiento preconcebido al respecto, me dirigí mecánicamente a la taquilla y pedí una Hoja de Reclamaciones. La señorita que me atendió me dijo que ella iba a hacer la hoja a lo que me negué porque no tenía ninguna intención de ponerme a decir en voz alta mis datos personales para que los pudieran oir todas las personas que estaban allí. Rellené mi H. de R. y volveré a hacerlo tantas veces como sea necesario, incluso si ello supone hacerlo diariamente. Y desde aquí pido a todos aquellos que recalen por este blog que, cuando lo estimen oportuno, usen las H. de R. que para eso están a nuestra disposición.